Dejamos de escuchar esa música que nos encantaba, nos cortamos el pelo, nos lo dejamos crecer, ya no nos entra nuestro jean favorito o la remera de esa banda quedó en el fondo del armario y no volvimos a verla, compramos libros de otro género, nos peleamos con nuestro mejor amigo, conocemos gente nueva y nos enamoramos de otra persona. Esa comida que nos asqueaba ahora nos encanta y esa que no podíamos dejar de comer nos aburrió. Ya no hablamos tanto por teléfono ni nos acordamos de los cumpleaños de la gente, ya no hacemos regalos y ahora ese detalle que había pasado desapercibido toda nuestra vida nos da miedo, fobia, risa o impotencia. Dejamos de creer en ciertas cosas y seres imaginarios, le perdemos el miedo a algunas acciones y personas, y el respeto a otras. Ya no puteamos de la misma forma ni escribimos igual, hasta nuestra voz y el tonito son diferentes. No frecuentamos más esos blogs y abandonamos el nuestro, reemplazamos algunas actividades que nos gustaban y empezamos a mirar esos programas que nos parecían repugnantes.
Somos una máquina de contradecirnos, los humanos, porque no paramos de cambiar. Y a veces, nos agarra por extrañar ese bicho que solíamo ser. Ese que escuchaba esa música, se peinaba de tal forma o se vestía de tal otra. O capaz lo que extrañamos en realidad es como nos sentíamos cuando lo hacíamos. Extrañamos que se nos de vuelta el estómago y la sonrisa pelotuda al mirar a esa persona que hoy es una más, extrañamos volver a casa tan tarde sabiendo que la pasamos de 10 con esas personas que ahora no nos saludan si nos cruzan, y descubrir todos los días algo nuevo de ese que ahora te conocés como la palma de tu mano.
Extrañamos, capáz, la euforia que sentíamos al correr bajo la lluvia sin que nos importe el frío, la hora o a donde teníamos que ir después, stalkear a alguien que sabías que nunca te iba a dar bola, confundirte de colectivo y terminar en cualquier lado; los viajes, los veranos con amigos, esa pileta o ese amanecer, las caminatas, las fotos, las charlas hasta tarde. Escribir. Dibujar.
A veces, si, nos olvidamos que todas esas cosas tienen una razón para ya no ser. A veces la razón es estúpida, a veces ni siquiera es nuestra culpa, pero está ahí, y por mucho que moleste no deja de ser real.
A veces cuando intentamos por todos los medios volver a ser esa persona y creemos no lograrlo, no nos damos cuenta que seguimos siendo quienes eramos, con ligeros retoques. Que guardamos el archivo nuevo sobre el original y no vamos a recuperarlo, por mucho que le gritemos al monitor, como si fuera a escucharnos (como si tuviera la culpa o la solución).
La parte buena? Todavía existen esas fotos. Esa comida, esa música, esas personas. Esos mails, esas cartas y esos recuerdos. Es la prueba material de que fuimos algo. Y seguramente, en algún lado, existe la prueba material que justifica el cambio. Mientras busquemos quienes eramos vamos a encontrar, seguramente, porque dejamos de serlo.
Look deep inside. And let it go.
sábado, 16 de octubre de 2010
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