Voy viendo que llegan momentos en mi vida en los que me siento encerrada. Muchas veces me planteo estas cosas cuando no me gusta lo que estoy haciendo, cuando no estoy conforme, cuando siento que podría estar haciendo algo mejor (y que no voy a poder repetir más adelante) mientras en realidad hago algo choto o innecesario, que tengo toda la vida para hacer.
Llegan momento que pienso que se va todo al carajo y tengo que hacer algo. Que necesito pararme en el borde del edificio más alto y saltar, porque sé que puedo volar si quiero. Que tengo que dejar de soñar con relojes (literalmente).
Llegan momentos que miro para atrás (incluso si pienso que nunca, NUNCA tendría que haber aprendido a mirar para atrás) y me doy cuenta de que voy en picada, de que algo no me deja levantarme, de que tengo que torcer drásticamente el rumbo y después dejar que las consecuencias sean eso, simples consecuencias, y adaptarme a ellas, o intentar modificarlas. Porque realmente una vida sin problemas que solucionar, sin ideas que desarmar, es matar el tiempo a lo bobo (no se donde leí eso hoy, pero sentí que tenía razón), es contratar un container para tirar todos tus sueños, es desperdiciar en boludeces algo tan zarpado como vivir.
Me acuerdo que, cuando era chica (y a veces no tanto), con determinados videojuegos los jugaba de manera que fueran más dificiles al pedo, porque así eran más divertidos... Le agregaba problemas o dificultades innecesarias, dejaba agujeros en el tetris para probar mi ingenio y mis formas de zafarlo, buscaba diferentes formas de morirme en algunos juegos en los que no era posible, le daba ventaja a los otros autitos en los juegos de carreras o me "olvidaba" de colectar ciertos items en juegos en los que sin eso no pasabas, para tener que volver a buscarlos.
Me doy cuenta que es mi forma de jugar en mi vida, no es que haga las cagadas a propósito, pero trato siempre, SIEMPRE de sacar algo bueno de cada una cuando pasan, algo que aunque sea se asemeje a lo divertido, algo que me permita aprender. Siempre y cuando esté jugando únicamente con mi vida.
Llegan momentos que me paro frente a dos caminos y (contrario de mi costumbre) elijo el irreversible. Algo así como en El gran pez, cuando Edward se va del pueblo y, a diferencia del resto de la gente, precavida y calculadora, se deja llevar, y elige el otro camino, el misterioso, el que él necesitaba conocer para quedarse conforme, aún sabiendo que era peligroso y arriesgado, y que muy probablemente era una decisión inmadura, infantil y descabellada.
Pero él necesita eso y al igual que yo, de lo que decide no se arrepiente, nunca, sin importar los resultados que traiga.
"Contrario de mi costumbre" digo, porque suelo elegir la opción reversible como solución a cada problema, confiando y sabiendo que más adelante puedo volver a como las cosas eran antes, o tomar el otro camino con más seguridad, habiendolo investigado y pensado con tiempo.
Pero hay veces que no confío en el tiempo. Hay veces que la opción reversible sí, es segura, pero no promete. En cambio, la otra, la que no tiene vuelta atrás, es única. Es irrepetible. Promete y mucho, vale la pena y te vuela la cabeza. Hay veces que hay sólo dos momentos para hacer las cosas: ahora o nunca. Y ambos son irreversibles. Pero si elegís nunca, de esa sí te vas a arrepentir.
Hace un rato tuve una charla por teléfono, que me hizo (sin querer) pensar todas estas cuestiones. Ordenarlas mejor dicho. Llevaban meses dando vueltas por ahí y no había forma de encontrar las puntas y empezar a desenrroscar.
Sin embargo, (no se si gracias a quien me atendió, o a mi costumbre de hablar sóla pero necesitar alguien que me escuche y me pregunte las cosas justas para darme cuenta que estaba todo ahí, simplemente que no sabía por donde correrlo), mi cabeza hoy a la noche colapsó.
Me di cuenta de que, una vez más, como tantas otras, necesito un cambio. Que hay cosas que tengo que hacer ahora, y que son oportunidades que llegan y no puedo saludarlas de lejos. Que están ahí, que no pienso decir no, ni dejar que nada ni nadie me obligue a hacerlo.
Me di cuenta que estoy perdiendo tiempo en cosas que ya voy a poder retomar, que si bien ya perdí bastante, todavía tiene arreglo. Que me hago un favor (y seguramente se lo hago a otros, también) en perder un poquito más de tiempo con algo, pero ganar mucho más con otras cosas a cambio.
Me di cuenta que no importa cuán negada estoy, hay ciertas cosas que no puedo seguir negandome a mi misma ni a nadie, que tengo que empezar a seguirlas y descubrir a donde me llevan, tropezarme si es necesario, intentando no caerme; levantarme si me caigo, y seguir.
Me di cuenta que la opinión del resto en este caso me importa poco, sobre todo si es negativa o contraria a mi idea, no porque no quiera escucharla o no la tolere, sino porque no hay forma de hacerme cambiar de opinión. Por primera vez en bastante tiempo sé lo que quiero, sé que puedo tenerlo, sé cuando, donde... Sé quien. Sé como hacerlo, como lograrlo, y lo que no sé, es que forma va a ir tomando, pero esa es justamente la gracia. Y quiero saberlo. Y eso me hace sentir bien. Por primera vez (también) en mucho tiempo, estoy bien. Balanceo y da positivo, no importa cuanto cargue del otro lado, o la balanza anda muy mal o eso tan chiquito de un lado tiene un peso mutante, porque me llena, me carga y me satura de alegría, y de necesidad de guardarlo en el bolsillo y no largarlo más. Estoy bien, y me alegra poder decirlo, me alegra poder escribir que descubrí algo que me hace bien y que me la voy a jugar por eso. Porque lo necesito, porque lo quiero, porque muchas veces lo extraño, y simplemente por la puta razón de que me hace bien.
Decidí cosas que no sólo ya había decidido, sino que sabía y sé total y completamente que son lo que quiero hacer. Pero me daba miedo las consecuencias, me daba miedo que me miren mal, que me lo reprochen, que no les guste. Me daba miedo que la idea de volar sea más una ilusión que una realidad. Me daba miedo todo eso y mil cosas más que seguro jamás supe ni voy a saber, necesitaría años para pensarlas y escribirlas todas. Y más años aún para convencerme de que no tengo que escuchar al miedo; de que no es un buen amigo.
Decidí cosas que sé que me van a hacer bien, al menos a largo plazo. Que sé que no me voy a arrepentir. Que espero que las entiendan, las acepten, me acompañen. Que las necesito para poder seguir. Que si la oportunidad está ahí adelante de mi nariz, qué estoy haciendo que no estiro la mano para agarrarla? Que quizás no sean tan importantes ni se merezcan semejante post, pero sentí que igual tenía que hacerlo, porque para mi son algo grande, un cambio importante, algo que no me había pasado, que no había sentido ni había necesitado, y que hoy sé y acepto que me la quiero jugar.
Que voy a dejar de dar vueltas. Me voy a dormir (o intentar), mañana empiezo una casi-nueva etapa. No son tan grandes los cambios, pero si marcan una (que yo sepa, y las que no sabré hasta que pasen!) consecuencia importante y que estoy dispuesta a aceptarla.
Vale la pena, yo sé lo que les digo.
(No me ofende si en vez de mirarme feo me comprenden. De verdad, al que lo entienda mil gracias).
Moly.
martes, 29 de septiembre de 2009
Decisiones
Publicadas por
*Sere
a las
4:08 a. m.
Etiquetas:
Cambios,
Cosas que me hacen sentir bien,
Cuando no se donde estoy parada,
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1 comentario:
Entendido!
Y sólo para Q lo sepa, me alegro mucho x usted!
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